Ver de forma diferente
Pensando en la última década de mi vida he reconsiderado el anticuado e incómodo término «cambio de vida». Creo que una persona puede cambiar su vida, a veces de forma sutil y gradual, y a veces de forma más drástica.
Pensando en la última década de mi vida he reconsiderado el anticuado e incómodo término «cambio de vida». Creo que una persona puede cambiar su vida, a veces de forma sutil y gradual, y a veces de forma más drástica.
¿Te pasa a menudo que estás buscando algo y te olvidaste qué era? ¿Te levantas con la mente nublada y cansancio mental? ¿Olvidas lo que ibas a decir con frecuencia o te cuesta concentrarte en alguna tarea específica?
En estos momentos en los que todo cambia y sentimos que nuestra vida y sus circunstancias ya no dependen de nosotras, es necesario crear nuevos recursos para poder afrontar de manera serena las crisis y transformarlas en grandes oportunidades de crecimiento.
Hace poco me encontré una tarjeta de cumpleaños que me regaló mi hermana el día que cumplí 52 años. En la tarjeta aparecía una señora de unos 50 años, vestida con un camisón y de pie frente a un ventilador que le soplaba aire para refrescarse. Me tuve que reír. Me lo regaló en la época en que estaba pasando por la menopausia. Ahora, que tengo 58 año, me alegra decir que estoy en la recta final de la misma. Al reflexionar, me doy cuenta de lo difícil que ha sido para mí esta etapa de la menopausia. Ansiedad, sofocos, dolor en las articulaciones y noches sin dormir.
Nacemos en una familia, en un linaje, en una ciudad, en un país, en una ámplia red de seres vivientes y de antepasados que ya no están. Situados dentro de este capullo de conexión e intimidad, podrías pensar que debemos sentirnos seguras, protegidas y amadas: que pertenecemos.